Se miraban a diario con esos ojos. Esos ojos que intentan lanzar mensajes a medias. Esos ojos que dicen "quiero besarte" y "tiemblo cada vez que hablamos" al mismo tiempo.
Se echaban miradas furtivas por los pasillos, levantado la cabeza tímidos cada vez que se cruzaban.
Ella fumaba solitaria, cada día a la misma hora, él empezó a querer salir a tomar el aire, cada día a la misma hora. Se sentaban y charlaban, cada día a la misma hora.
Simplemente se sentaban y charlaban.
Si el no llegaba puntual ella encendía otro cigarro y esperaba a que apareciera.
Él se escondía todos los días detrás de la puerta esperando a que ella saliese.
Se miraban, se buscaban, reían, hablaban de todo y de nada. Y para ellos con eso era más que suficiente.
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